Resúmen |
! Viva Zamora ! El domingo, el torero de Fuentelapeña Félix Rodríguez II triunfó en toda la línea en la plaza madrileña. El torero zamorano comenzó a caldear el ambiente e inició la era de los éxitos de la temporada presente, abriendo el portillo de la esperanza, cuando ya parecía como si en las filas de la novillería se hubiera iniciado el cansancio, la abulía, la desilusión....
No es del domingo precisamente de cuando sabemos que en Félix hay cantidad y calidad de torero. Fué el primer día que le vimos debutar en la plaza de Tetuán cuando apreciamos en él las excelentes dotes que destacó el domingo, y desde cuando pusímos en él un mucho de nuestra fe de aficionados.
De esta misma opinión participaron competentes aficionados, que ya de antiguo dijeron, a quienes quisieron escucharles, que en Félix Rodríguez II habia un gran torero que no tardaría mucho en destacarse como tal.
Los campos charros, escuela eficaz y verdadera donde se formaron la mayoría de los toreros contemporáneos y donde se està, formando los del porvenir, fueron el escenario donde Félix se reveló y se manifestó en la plenitud de su arte.
A decir verdad, no era mucho lo que esperábamos el domingo del muchacho, porque todavía, convaleciente de una pulmonía, creímos que saldría flojo y con pocas ganas de hacer un esfuerzo. Pero nos equivocamos.
Desde el instante en que abrió su capote para hacer el quite de su turno al primer novillo de la tarde se vió que salía decidido a caminar con paso firme por el amplio camino del éxito. Y desde aquí al final de la fiesta no dudó ni un instante.
Con las plantas bien asentadas en el suelo, adelantada la pierna, jugando los brazos con lentitud y arte, llevando al toro toreado, ciñéndosele a voluntad y mandándole lo debido, toreó con el capote una vez y otr, y todas siempre colocado en el terreno más apropiado para la mayor belleza del lance y el más adecuado a las condiciones del enemigo.
En el segundo tercio también demostró su competencia y dominio ejecutando en diversos terrenos y distintas suertes; pero de todas ellas sobresalió un magnífico par al cambio por el lado izquierdo, por los adentros, en el que aguantó extraordinariamente a la fiera, que le entró gazapeando. Cuadró con limpieza, levantó los brazos con gallardía y clavó reunido y en todo lo alto.
En la suerte de matar es donde estuvo más flojo, sin estar mal. Estuvo discreto y breve, con lo cual no desvirtuó el mérito de sus faenas.
El domingo demostró Félix Rodríguez que en su cuerpo feble y espigado hay una gran cantidad de torero concienzudo, fino y elegante; un torero seguro de escuela sevillana, que camina con paso firme, rápido y seguro hacia la cúspide.
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