Resúmen |
En Alicante se celebra la primera corrida del año. Asistió al festejo el Presidente de la República Española. En el capítulo de fiestas, regocijos públicos de toda índole y de mayores y menores atractivos, era ineludible la colaboración de la fiesta de toros. Sin fiesta de toros no hay programa posible que pretenda provocar en España una alegría popular y una efervescencia en las multitudes; sin fiesta de toros no hay ferias, no hay aglomeraciones de entusiasmo, no hay justificación de sabor español en los estremecimientos de optimismo de los pueblos, porque la fiesta nacional es más española que el cocido. Prescindir de los toros en un acontecimiento en que se quiera alegría y presencia de muchedumbre sería tanto como suprimir en un banquete el vino y en el cielo español su purísimo color azul.
Ya he dicho que la corrida de toros ha dado prestigio en términos generales a las fiestas organizadas. Sin apurarme, me atrevo a decir que ha sido la más completa. La más cara también; pero la de mayor calidad. Y es raro el caso de que en Enero, cuando el toro está frío y sin despelechar, y cuando el torero vive tranquilo y desentrenado, sin pensar en el comienzo de su temporada, suenen las palmas con la fuerza y el calor que ayer sonaron en Alicante, particularmente para dos diestros: Marcial y Bienvenida, quienes sin enemigo fácil, sin bravura franca en sus adversarios, derrocharon continuamente ciencia, alegría y valor para violentar a sus enemigos hasta sacar un brillante partido de ellos.
Rebuscando en los cercados, se logró el encajonamiento de dos toros de Saltillo y cuatro de D. Antonio Pérez, de San Fernando. De presentación anduvieron mucho mejor los del ganadero salmantino que lso del sevillano. De bravura los de Sevilla, lidiados, respectivamente, en primero y cuarto lugares, justificaron espléndidamente la pureza de su casta.
Sobre su proverbial maestría en los dos toros, Marcial Lalanda nos brindó el desplazamiento admirable de una rabia de torero que comienza el oficio con hambre de colocarse en lo alto del primer escalafón. Brillantísimas toda la labor y la estocada al primer toro; dominadora y tranquila la faena de muleta en el cuarto. En aquél, un veroniquear suave, lento, sin violencia, y llevando al adversario magníficamente toreado; dos estupendos pares de banderillas de frente; una faena de muleta en la que los naturales, los de pecho y los de rodillas compusieron interesantísima amalgama con vistosísimos adornos, agradable aderezo del conjunto, y como remate una estocada en lo alto, sin notorio desvío de la recta.
En ese "chungo" segundo toro de la tarde, Bienvenida se excedió asimismo en valor , en arte y en ganas de que le aplaudieran fuerte. Y tanto lo logró todo, que si tiene suerte con la espada corta la oreja, porque sin prestarse el toro al toreo de capa toreó muy bien en dos tiempos; sin prestarse el toro para banderillear, Manolo lo banderilleó magistralmente (el segundo par fue definitivo), y sin prestarse el toro para una faena de mérito, la faena de mérito surgió superior, superiosísima, a los acordes de la música y entre !oles! cerrados. La inauguró en el estribo con un emocionante muletazo de pecho; luego, sólo con el adversario, prodigó naturales altos, de cabeza a rabo, de molinete y de la "firma". Surgió la faena grande, porque el torero, grande, y cada vez más animoso, más pleno de recursos, se fue "metiendo" con el toro, pase por pase, hasta hacerle lo que quiso, cautivando a la multitud.
Pero en el quinto el muy joven y muy torero sevillano colmó sus deseos de revolución. La suavidad del tabernero se aprovechó a pedir de boca. Sus formidables verónicas -más depuradas las del lado izquierdo-, un tercio de quites de un sabor que tardará en desaparecer de nuestro recuerdo y de nuestro paladar, un nuevo y admirabilísimo tercio de banderillas, en el que Manolo Mejías volvió a mostrar su extraordinaria competencia por ambos lados, y una faena .... "azúcar". Brindó al público desde el centro del ruedo, y a la ofrenda correspondió soberbiamente en el desplazamiento de un repertorio completo de muletazos. Allí vertió toda la nomenclatura de los pases, y la toreraza labor del salerosísimo hijo del "Papa Negro" produjo el delirio consiguiente.
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