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1932 - Madrid - Ahora 16 agosto - Por el maestro: F.A.

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AÑO

1932 - Madrid

Fecha

16 de Agosto de 1932

Referencia

AHORA - Por el maestro: F.A.

Hechos

Corrida de Novillos, celebrada en la Plaza de Toros de Madrid, el día 15 de Agosto de 1932.

Diestros: Fernando Domínguez, Dominguín Chico y El Niño de la Estrella.

Ganadería: D. Bernardino Jiménez

Resúmen

El aficionado que entra en la plaza por la puerta principal se encuentra, inevitablemente, con un papelito blanco pegado en la pared, en cuya parte más alta se lee: "Aviso". El aficionado ya sabe lo que el tal aviso dice. Advierte al respetable público que no torean, a excepción -y alguna vez sin ella- de los matadores, ninguno de los toreros anunciados. y son ya muchos "avisos". Parece que la Empresa confecciona el cartel a su antojo, llenando los puestos de los picadores y banderilleros al "buen tuntún" y luego, los toreros anunciados, sorprendidos al verse en las carteleras, le avisan por teléfono. Para pasar el rato no está mal. Pero el público merece todas las consideraciones, y es intolerable ese gentil desparpajo con que la Empresa anuncia a unos señores que luego no hacen el paseillo.

Ayer hacía su debut en el coso madrileño la ganadería de don Bernardino Jiménez, de Guadalajara. No fué muy lucido. Se foguearon el quinto toro, y el primero escapó de la humillación gracias a la voluntad que caballeros y peones pusieron en el empeño. La corrida resultó, tosca, difícil. y sobre todo grande. Anden o no -debió pensar el ganadero- ahí van esos seis buenos mozos armados de todas armas. No anduvieron mucho -y a veces lo hicieron de costado y hacia atrás-, pero sí lucieron unos cuernos descomunales. No es el ganado a propósito para unos muchachos modestos; no es razonable ni justo que tengan que dar la cara a una verdadera corrida de toros quienes se anuncian como matadores de novillos.

Los muchachos, sin embargo, no perdieron los papeles. Demostraron valentía y maña y despacharon la corrida casi a media estocada por toro.

El quinto tenía tan desarrollados los pitones que si Dominguín se pone en cruz no llega con los dedos de una a otra punta. Por si fuera poco su tamaño, el de Jiménez se declaró manso y hubo que foguearlo. Figúrense ustedes los capotazos que le darían al bicho y cómo llegaría a la hora postrera. Dominguín muleteó como pudo, entró tres veces a matar, pasó el tiempo entre una y otra y escuchó un aviso. 

Fuente documental

 Fotografía:  J. Laurent  Copia a la albúminaBiblioteca Nacional de España