×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

1932 - Madrid - ABC 25 abril - Por el maestro: D. Gregorio Corrochano

Atrás

AÑO

1932 - Madrid

Fecha

25 de Abril de 1932

Referencia

ABC - Por el Maestro: D. Gregorio Corrochano

Hechos

Corrida de toros celebrada en la Plaza de Toros de Madrid el día 24 de Abril de 1932.

Diestros: Vicente Barrera, Manuel Mejías "Bienvenida" y Luís Gómez "El Estudiamte".

Ganadería: Dª Carmen de Federico, antes de Murube

Resúmen

* La tercera de abono *

¿Recordáis muchos toros como el primero que se jugó el domingo en la plaza de Madrid? Bravo y alegre con los piqueros, dió lugar a lucido tercio de quites. Es uno de esos toros que salen para dejar recuerdo, porque el porcentaje de toros completos es muy pequeño. El toro bravo y noble, de temperamento adecuado a una lidia perfecta, es singular, y por eso hay que señalarle, y por eso hay que aprovecharle. Hay muchos toros que, siendo bravos tienen ciertas características que empañan su bravura o dificultan al torero. Hay toros que, sin ser peligrosos, no se pueden torear, porque los toros necesitan por lo menos el afán de coger, para que de la lucha salga el toreo, y muchas veces ni coger quieren los toros. Por eso, cuando estamos en presencia de toro como el primero de Murube -doña Carmen de Federico-, adecuado y completo para una lidia perfecta, hay que dedicarle atención preferente. En estos toros es también donde el torero debe marcar el grado de perfección que alcanzó, hasta el punto que los toros vulgares deben considerarse como un tránsito para el torero, hasta dar con uno de éstos, y entonces destacarse y medirse.

Barrera, dueño en el ruedo del toro, vió perfectamente lo que el toro era, y, a juzgar por los matices de la faena, comprendió la superioridad del toro. Así, buscó la emoción en dos pases de rodillas, lográndola, y luego, cerca de los tableros, siguió toreando de pie. Se echó la muleta a la izquierda, y el toro la tomó admirablemente. Luego tiró por delante, y el toro le siguió hocicando la muleta. Magnífico toro. En el tercio, y con torero de pies más reposados, hubiera lucido el toro la gran faena, que no se logró. Un pinchazo sin afán, una estocada y el descabello. No se le puede culpar a Barrera de neglicencia. Hizo todo lo que pudo: puso en ella su valor y conocimientos. Pero es que, medidos el toro y el torero, tenía más talla el toro. Barrera, es un torero consciente; por eso buscó en los pases de rodillas, jugándoselo todo, lo que ya sabía que ni iba a lograr de pie; por eso cuando arrastraron al toro, entre aplausos y peticiones de que le dieran la vuelta las mulillas, Barrera se retiró al estribo, y no quiso dar la vuelta, que otro hubiera dado. Es un caso de conciencia profesional, que yo le aplaudo desde aquí.

En cambio, en el otro dió la vuelta, porque él sabía que la merecía; porque, medidos toro y torero, tuvo mucha más talla el torero. Un toro cobardón, que ya salió defendiéndose. Barrera, lo contrario del toro, le aguantó una serie de pases por bajo, hasta que su muleta dominadora lo logró. Fue una lástima que le pisara la muleta y le desarmase, porque si en el terreno que ya estaba le da cuatro pases más y le mata, yo la tendría por una gran faena, completa, perfecta y adecuada al toro que lidiaba. Las faenas deben tener, ante todo, una finalidad: el dominio del toro. Y todo lo demás es adjetivo. Esas faenas de pases sueltos y ocasionales, por perfectos que sean, no son faenas; serán eso, pases sueltos. Por eso me gustó mucho esta faena de Barrera, con propósito y con eficacia, en la que hubo dominio. Muy bien cuanto hizo en este toro, al que mató de media estocada y un descabello. Yo he visto orejas peor ganadas, y si el toro no pisa la muleta y corta la faena en el momento crítico, sin duda se la dan, porque todo lo que hizo fue de gran muletero.

Manolito Bienvenida tuvo cogido el éxito y sin saber cómo se le escapó. Fué a partir de aquel primer par de banderillas. Manso y topón era el toro, porque después de aquella maravilla que abrió plaza, el resto de la corrida dejó mucho que desear, por falta de casta. Benvenida cogió los palos y logró un primer par imponente por la preparación, por la ejecución y por la teatralidad de que le rodeó. El público se puso en pie, y en vez de aprovechar el torero aquel momento propicio, se perdió en preparativos inútiles que enfriaron y hasta se resignó con que el toro no le dejase clavar el último par, y se fué a la barrera dando paso a un banderillero. El toro no tenía faena; de modo que si aprovecha el entusiasmo de aquel gran par logrado y acaba banderilleando más en corto que le tomó, no se le hubiera escapado el éxito. A los pocos pases, unos por bajo y otros con la izquierda, el toro no hacía nada. En su mansedumbre se dejaba pinchar, pero nada más, y el torero pincho más de lo que convenía, sin poner de su parte lo que el toro no ponía, que cuando los toros llegan así todo lo tiene que hacer el matador.

En el quinto, que tenía poder, también cogió los palos Manolo; le hizo una preparación en la que no vimos bien la finalidad, y puso un par solamente. Al toro, sosote y mansurrón, le toreó en los medios lo poco que pudo, y le mató de un pinchazo y media estocada, amparándose en la habilidad. Pero cuando los toros no hacen nada, las habilidades quedan al descubierto. Un lote malo. Y con un lote malo se estrella hasta la afición de este muchacho, que no desconoce ningún secreto del toreo, y que, por saberlo todo, logró en una tarde deslucida aquel momento cumbre del primer par de banderillas.

El Estudiante fué cogido porque no tiene del toreo el conocimiento del toro. Esta impresión, al menos, dió el domingo, en que salió a torear sin contar con el toro. Y es fundamental contar con él, observarle, estudiarle desde que sale, para saber qué es lo que se debe hacer y qué es lo que no se puede hacer. Una cosa que hay que hacer es mandar a los toros, sobre todo a los que no se torean solos, como ocurría con los del domingo. Por no mandarlos se quedaba en la cara de los toros, y no le cogieron más porque los toros no tenían ganas de coger. Tuvo suerte en las cogidas, pero es un factor con el que no siempre se puede contar. Sin duda son hábitos de haber dado alguna vez con toros alegres, que van y vienen, sin hacer gran caso de lo que hace el torero. Esos toros que salen algunas veces, que se retozan en la muleta y se torean ellos solos. A los toros del domingo había que torearlos. Lo mismo al de Escudero, que sustituyó al tercero de doña Carmen, que al último que había que pisarle el terreno, porque era tardo. Y ni al uno ni al otro le dominó. El último cuando arrancaba, arrancaba bien, pero fuerte, y por eso precisamente tenía que torear. El Estudiante dió pases sueltos muy buenos, le aguantó bien en tres o cuatro embestidas fuertes y, cuando creíamos que iba a lograrle, le volteó, y ya no vimos nada. Con el estoque pinchó bajo. Es necesario que se cuide, más que el defecto aislado, de dominar, porque las cosas sueltas en el toreo, aunque se hagan bien y tengan éxito momentáneo, son peligrosas para la totalidad de una labor. En cambio, dominando se logran éxitos definitivos, sobre todo si se tiene buen estilo, como tiene El Estudiante.

Fuente documental

 Fotografía:  J. Laurent  Copia a la albúminaBiblioteca Nacional de España