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1932 - Madrid - ABC 05 abril - Por el maestro D. Gregorio Corrochano

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AÑO

1932 - Madrid

Fecha

05 de Abril de 1932

Referencia

ABC - Por el maestro: D. Gregorio Corrochano

Hechos

Corrida de toros, celebrada en la Plaza de Toros de Madrid el día 03 de Abril de 1932.

Diestros: Nicanor Villalta, Félix Rodríguez, Manuel Mejías "Bienvenida" y Jesús Solórzano.

Ganadería: D. Andrés Sánchez, de Coquilla (Salamanca)

- Gran Corrida de Beneficencia -

Resúmen

* Corrida de Beneficencia sin beneficios *

El tiempo no acompañó a la corrida. La tarde -el día todo-, lluviosa y fría, no era la adecuada para asistir a un espectáculo necesitado de sol, que hace falta mucho amor a la fiesta para no enterarse de que llueve. Por esto principalmente esta corrida de Beneficencia sin beneficios no tuvo su alegría tradicional.

Lidiáronse reses de Coquilla. Ocho toros que por lo visto no se pudieron igualar ni en notas ni en tipo, porque el genio del primer toro, al parecer el más bravo de los ocho, y a la nobleza y bondad del tercero, sucedía la mansedumbre de los más, hasta culminar en el fuego de los corridos en cuarto y octavo lugar. Hemos dicho que al parecer el más bravo fué el primero. Decimos al parecer porque no tenemos la plena seguridad, porque no le acabamos de ver, porque precisamente al toro se le ve en el último puyazo, cuando ya le han pegado, y ese toro estaba en suerte esperando al picador y al mismo tiempo se pedía en los tendidos el cambio a banderillas. El primer tercio sigue interesando poco. No decímos nada, porque interesa ver si un torero da un lance; pero por el picador y el toro, por lo que verdaderamente integra el primer tercio no interesa nada. Si hubiera un poco de curiosidad no se pediría el cambio cuando un toro está en suerte, porque lo que ha de definir al toro es el último puyazo. Otra cosa que en la corrida se acusó obstinadamente por parte de los lidiadores es el empeñarse en sujetar a un toro que quiere irse de un tercio de la plaza. Y obligarle a que allí cumpla cuando el toro no quiere. Precisamente la práctica aconseja lo contrario, mudarle de tercio, correrle a otro lado, pegarle donde se pueda. Ya sabemos que los toros bravos pelean en un tercio, pero los menos bravos, y no digamos los que salen sueltos, pelean en distintos sitios, y empeñarse en sujetarles es perder el tiempo, cansar al público y no lidiar bien. Algunos se foguean por esto; otros ni se foguean ni se pican, aunque lo parezca, y esto es peor.

El toro primero llegó con celo a la muleta. Villalta toreó movido. Intentó restarle temperamento con unos pases por bajo, lo que estaba indicado, pero, como no le aguantó, no lo consiguió. El toro estaba superior por el lado izquierdo, y en cambio por el derecho se quedaba un poco. Como Villalta por donde domina es por este lado, no se acopló bien al toro. Dió una estocada trasera y el toro murió embistiendo en los medios, detalle de toro bravo.

El toro quinto mansurroneó, se quiso ir varias veces de los caballos y no le dejaron; solamente a última hora se les ocurrió cambiarle. Villalta le tanteó, y como encontrara a la gente fría, quiso recurrir a eso que llaman parones. El toro se cernía, estaba para pelear con él, no para hacer la estatua, pero Villalta le fijó bien en la muleta a ver si podía ser. Por milagro de milímetros no se lo llevó por delante. Después de parar lo que no debió parar, luego se movió lo que no debió moverse. Entró muy bien a matar. En esto es en lo que está fácil, valiente y seguro.

Félix Rodríguez, desconfiado. Andábamos a la altura del sexto toro, un poco fríos y otro poco adormilados, cuando oímos voces de caballero andante: "¡Quieto! ¡Quieto!". A todo correr de su caballo venía, lanza en ristre, el caballero. Le faltó decir: "Nadie se mueva, que no quiera estar con Perete, el de la Algaba, a prueba." Porque era el picador Perete de la Algaba el que así demandó quietud a grandes voces. ¿Qué va a pasar aquí?, dijeron los tendidos, temblorosos. Afortunadamente, no pasó nada. Fué un exceso de voz en una corrida silenciosa. Félix cogió las banderillas, una vez tranquilizado el de la Algaba, y puso dos pares con toda su buena voluntad. No debió coger banderillas en toro que tanto desarmaba y estaba tan incierto. Pero, en fin, el deseo choca muchas veces con la realidad. Este toro no tenía fuerza para pasar, y Rodríguez tenía fuerza para irse, y no se entendieron ni encontraron.

Manolo Bienvenida tuvo una tarde muy completa. Su primer toro suave y noble, justo de fuerza y bravura, salió pidiendo un torero que le aprovechara. Y así como salen otros buscando el torero que les luzca y no lo encuentran, este toro encontró a Manolo Bienvenida, que le aprovechó y le lució. Porque además topó con Bombita y Boni, que le cuidaron. Sobre todo en el tercio de banderillas no dieron un capotazo de más y le colocaron a gusto del matador, que banderilleó con alarde. Tres pares al quiebro, aguantando más en los dos primeros. Y una faena decidida, apretada y muy torera. Una serie de pases con la izquierda, mejorando de pase en pase, y como remate uno de pecho, pasándose todo el toro, que a mí me pareció el mejor, por ceñido, por quieto, por llevar al toro muy toreado y por la posición del cuerpo. Todo ese momento torero, acompañado de decisión y ganas de torear, tuvo como remate la estocada en su sitio, y como corolario la ovación, la oreja y todo el séquito del éxito.

Decimos que tuvo una tarde completa. Es que así como este toro, no tenía para el torero nada más que bondad, el otro, el lidiado en séptimo lugar, era manso, con poder, alto de agujas, un toro que traía mucho que hacer. Un toro para toreros lidiadores, no para toreros del lance hecho, ni del efecto rebuscado. Un toro de los que definen, o se es torero o no hay nada que hacer. Desde que salió se dedicó Manolito a torear eficazmente con el capote, a pegarle, a dominarle. No había otra cosa si se quería poder con el toro. Intentar el lance bonito era perder el tiempo. Y aun así llegó a la muleta bronco, rebrincando, y con fuerza. Bienvenida le toreó sobre las piernas, doblándose, metiéndose en el cuello, en una faena que, viendo lo que era el toro, tenía mucho interés, más interés que la faena de la oreja, y a las ocho o diez dobladas cogió los pitones de aquel toro bronco que parecía imposible de dominar. Estaba dominado. Una estocada hábil y descabello después de marrar. Una tarde muy completa. Dos toros distintos y dos procedimientos distintos, A cada toro lo suyo. Esto es el toreo.

Solórzano tuvo el lote completo de los fogueados. Estuvo como podía estar: decidido. Hizo lo que pudo hacer. No se podía hacer más. A uno le sujetó por bajo porque el toro quería irse. Cuando lo consiguió, en faena breve, porque a estos toros cuento más se toreen más se abrurren, le entró a matar y luego le descabelló después de algún intento.

Al último le muleteó muy valiente, muy decidido, parándole mucho y exponiéndole de verdad. Le mató de una estocada, en lo que estuvo fácil.

Con el capote fué el que más se lució, sobre todo en un quite de aquel primer toro de la tarde que embestía tan bien y con la cabeza muy baja.

Una corrida pesada en conjunto, como casi todas las de ocho toros, porque la cantidad superó a la calidad, lo vulgar a lo extraordinario y abril no quiso asistir a la corrida.

Fuente documental

Fotografía:  J. Laurent  Copia a la albúminaBiblioteca Nacional de España