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1932 - Madrid - La Libertad 05 abril - Por el Maestro: Rafael

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AÑO

1932

Fecha

05 de Abril de 1932

Referencia

LA LIBERTAD - Por el maestro: RAFAEL

Hechos

Corrida de toros celebrada en la Plaza de Toros de Madrid el día 03 de Abril de 1932.

Diestros: Nicanor Villalta, Félix Rodríguez, Manolo Bienvenida y Jesús Solórzano.

Ganadería: Coquilla

- Gran Corrida de Beneficencia -

Resúmen

Desde el jueves, en que, ya a punto de despedirse Marzo, volvió el rabo, disfrutamos de una temperatura invernal. Frío, lluvia y viento, los tres enemigos más temibles de nuestra fiesta nacional, se habían unido contra la corrida de Beneficencia para anularla, borrarla o cuando menos suspenderla, consecuencia esta última que seguramente hubiera convenido a la Empresa, que acaso, partidaria también de la suspensión, no logró su deseo por culpa de otros agentes que no fueron los naturales.

Ello es que se celebró la corrida con más de media entrada y un tiempo frío y lluvioso, capaz de alejar del circo taurino al más consecuente y empedernido aficionado, y que, si se tienen en cuenta las hostiles condiciones climatológicas de la tarde, la entrada que hubo supone más que un gran lleno en día de sol. Consignado esto para que no se apliquen un tanto a favor los que vienen ahora hablando de decadencia de la afición taurina, como si no hubiera de reflejarse en la fiesta de los toros la crisis de negocios y de preocupaciones que atravesamos, crisis que se siente en todos los espectáculos y en todos los órdenes de la vida.

No hay decadencia de la afición taurina; más bien hay un resurgir de la afición en toda España y en gran parte de Francia, donde cada año se dan mayor número de corridas y va más gente a las plazas. Pero es indudable que, por mucha que sea la afición a un espectáculo, no se puede exigir a nadie que vaya a sufrir tres horas la lluvia y el frío sobre un asiento de piedra berroqueña y además pague por ello cuatro o cinco duros, con la amenaza de que la corrida tuviera que suspenderse al segundo o tercer toro y entonces perder el tiempo y el dinero. Esto es lo que restó muchísima gente a la corrida, que de haberse celebrado con buen tiempo hubiera llenada la plaza. El cartel tenía atractivos para ello y el resultado de la corrida lo hubiera justificado plenamente, pues cuantos asistimos a la fiesta salimos contentos, satisfechísimos de haberla presenciado y aplaudiendo la enorme voluntad de los toreros, que, aun luchando con todas las dificultades imaginables lograron distraer, interesar y hacerse aplaudir. Y todo ello con una corrida que fué mansa y con mal estilo para los toreros, salvo la excepción de un toro que fue suave y noble.

La corrida de Coquilla no respondió a la fama de la divisa ni por la presentación ni por la bravura. Han dado tantas corridas excelentes los ganaderos salmantinos, que no se les debe paliar la verdad. De los ocho toros, hubo uno, el primero, que hizo una pelea brava con los picadores; pero que llegó al último tercio adelantando por el pitón derecho y queriendo coger; otro, bravo y noble y suave, que fue el tercero, y de los otros seis, hubo uno muy bronco y con mucha fuerza, otro con tan poca que se caía en cuanto quería embestir y cuatro mansos, de los cuales se foguearon dos porque no hubo más remedio.

También de tipo fueron desiguales y con bastante diferencia en peso de unos a otros.

* Las estocadas de Villalta *

Si hubiera en el toreo, como en la milicia, un premio para la perseverancia y la fidelidad en el cumplimiento del deber, ese premio sería para Nicanor Villalta, que no satisfecho con dar la nota vibrante de su valerosísimo estilo de torero, ha ido cuajándose de tal manera como matador de toros, que ninguno de los de ahora, y muy pocos de los antiguos, pueden llegar a igualarle. El torero aragonés, todo pundonor y hombría, tenía que destacarse en esa suerte que siempre ha estado reservada al valor. En ese momento en que es el torero el que tiene que acometer al toro y doblar la cintura a dos dedos del pitón, que puede con un movimiento apenas perceptible cortar no sólo la ejecución de la suerte, sino la carrera y la vida del torero; en ese momento en que hay que empujar la espada con el brazo y con el corazón; en ese momento que se ha llamado siempre la suerte suprema, es cuando la figura de Villalta, no tiene ni rivales ni enemigos.

El domingo tuvo dos toros a los que no pudo hacer la faena de muleta que el público esperaba (el público, no el aficionado), y en los dos estuvo muy cerca, tan cerca que alguna vez pareció imposible que el toro no le enganchara por la barriga, y en los dos intentó hacerlos pasar y torear como él hubiera querido torear. Pero ninguno de los toros era el de la faena cumbre, y hubo de limitarse Nicanor a muletearlos muy cerca, muy valiente y torero para castigarles, sujetarles a la muleta y hacerles que cuadraran para poder entar a matar.

Y conseguido esto, como en la suerte de matar el éxito depende el 90 por 100 de las veces de la voluntad del torero, en cuanto los toros le juntaron las manos vino el triunfo que tenía que venir. Los dos toros fueron muertos de dos magníficas estocadas, de dos grandes volapiés, y Villalta, que ya había sido aplaudido por su valor al torear de capa y de muleta, alcanzó el honor de dos calurosas ovaciones.

* La voluntad de Félix Rodríguez *

Otro ejemplo de lo que puede la voluntad en los toros es el caso de Félix Rodríguez. A raíz de tomar la alternativa, y cuando por un esfuerzo de su voluntad se reveló Félix como un artista extraordinario y de estilo emocionante, que en muy poco tiempo alcanzó resonantes triunfos en todos los ruedos de España, una grave enfermedad vino a esterilizar todo su esfuerzo, a restarle facultades y bríos. Teniendo que torear en malas condiciones de salud, sin fortaleza física y moral, fué defraudando las esperanzas del público en forma que sólo por algunas actuaciones, por algunos destellos de su arte ha podido sostenerse en los carteles en espera de que con la salud llegara la resurrección del toraro y del artista.

Ya en Madrid, a fin de la temporada anterior, se inició ese resurgimiento de Félix, que ahora, fuerte y repuesto por completo, tiene que confirmar con una labor continuada y de tan positivo mérito como aquélla que le puso en la primera fila de la torería.

En esta corrida de la Beneficencia no tuvo, es cierto, toros con los que destacarse de una manera brillante. Su primero, que se lidió entre un copioso aguacero, mansurrón y huído, no se prestó a nada, y el muchacho hubo de limitarse a sujetarlo con pocos pases de muleta y a matarlo de media en lo alto. En el sexto toreó de capa bien en un quite y banderilleó con valor y buen estilo; pero el toro, muy débil de patas, no podía seguir la embestida y se quedaba en la muleta, por cuya razón se limitó Félix a torearle por la cara para matar de dos pinchazos y una corta buena. Lo mejor de toda su labor fué un gran quite por gaoneras en el tercer toro, quite que remató con un farol de rodillas.

* Una gran tarde de Manolo Bienvenida *

El héroe de la corrida fué Manolo Bienvenida. De cuantas tardes triunfales ha tenido en Madrid, que ya han sido varias, ninguna como esta tan completa, tan de torero y tan de artista y de valiente. Le tocó el mejor toro y el peor, por ser el más bronco y peligroso, y en los dos estuvo a cual mejor.

En su primero toreó por verónicas parando mucho y con un estilo admirable de suavidad y de temple, y luego en los quites puso escuela de arte, de gracia, de finura y de elegancia. La plaza entera crujió en clamorosas ovaciones. Hasta el sol se asomó un momento por entre las nubes grises como si quisiera conocer el motivo de aquel clamor de entusiasmo.

Tomó las banderillas Manolo, y en los tercios del 10, dejando llegar con extraordinario valor, quebró un finísimo par por el lado derecho; luego, en el 2, otro admirable de ejecución y de valor por el lado izquierdo, y para cerrar el tercio se fué al centro del ruedo, y allí, en el terreno de los grandes banderilleros, clavó los talones en la arena y, al llegar el bruto en fuerte embestida, quebró un tercer par, que clavó en todo lo alto, como los anteriores, y que puso a todo el público en pie para tributar al torero de Sevilla una ovación unánime y entusiasta, que tuvo que agradecer saliendo al tercio montera en mano repetidas veces.

Y vino luego la faena que se esperaba, porque nunca ha toreado Manolo Bienvenida en Madrid con la suavidad, con el temple y con el arte que puso en esta faena, que fueron en realidad dos faenas: una clásica, purísima, con dos pases altos, cinco naturales y dos de pecho admirables de ejecución y de dominio, y otra finísima, alegre y artista con cuantos pases y adornos se han inventado en el toreo, sin que un movimiento torpe o un pliegue feo en la muleta viniera a descomponer la belleza de aquel grupo de tan noble toro y tan gran torero.

Digno remate de la faena fué una estocada corta en lo alto, y las aclamaciones, que no habían cesado durante toda la faena, se convirtieron en clamorosas ovaciones, y después de concedida la oreja y de hacer que el diestro diera la vuelta al ruedo, le obligó el público a que saliera a los medios para corresponder a los aplausos, cada vez más insistentes.

El séptimo toro fué el reverso de la medalla, un toro de cinco años, con mucha fuerza, muy bronco y con muy mal estilo. Se llamaba "Satanás", y si preguntamos a Boni, a quien puso en grave aprieto dos veces, de seguro nos dice que se llamaba lo que era.

Pues con este "Satanás" hizo Manolo Bienvenida otra faena de tanto mérito como la anterior. Menos belleza, desde luego, y menos finura; pero, en cambio, una cantidad de valor y de arte de lidiador extraordinario. El toro estaba mucho más peligroso hacia las tablas, pues por su querencia a ellas cumplió y se arrancó muy fuerte contra los picadores, y Manolo, sólo con él, lo sacó fuera del tercio, y allí, sin quitarle la muleta de la cara, haciéndole doblar en varios ayudados por bajo muy toreros y valientes, se hizo con el toro y lo dominó, y se arrodilló, y le tocó los pitones entre una gran ovación. Dió una corta buena; pero luego intentó descabellar y no lo logró hasta el quinto intento. Pero ello no fué obstáculo para que los aficionados le ovacionaran aquella faena eficaz, de torero y de valiente.

* El arte de Solórzano *

La primera ovación grande la arrancó Jesús Solórzano al hacer un quite en el primer toro. Con las manos muy bajas, cargando la suerte y moviendo el capote con un temple exquisito, con majestad incluso, dió tres lances y media verónica para rematar que ello sólo podía valer por una corrida. Admirable quite.

Con el mismo estilo toreó de capa a su primer toro, y volvió a ser aclamado. Pero la suerte no quería favorecerle. Sus dos toros fueron los más mansos, los dos fogueados, los dos más huidos....

Acaso otra tarde se hubiera dejado ganar por el pesimismo y se hubiera limitado a deshacerse de los bichos de cualquier manera; pero el domingo había en el ruedo un sobrante de voluntad, y con ella salió el mejicano a luchar con los toros, y en los dos se arrimó y los consintió con la muleta y los sujetó, y luego los mató de sendas estocadas, entrando derecho y mirando al morrillo. En los dos fué muy aplaudido y con justicia, porque no es muy frecuente en los toreros estilistas como lo es Solórzano, que sean además valientes y buenos matadores.