Resúmen |
El tercer espada, nuevo, como el segundo, en el ruedo de Tetuán, ruedo a la disposición de los catecúmenos que buscan los cimientos para futuras iniciaciones y reputaciones, es de Borox, provincia de Toledo, patria chica convertida en vivero de diestros coletudos y plantel en lo futuro de matadores de toros. Algo así como el Ronda de Castilla para 1940 ó 50, donde los brazos de los agricultores tendrán que ser importados, porque los indigenas andarán por el mundo en lucha con los toros, acumulando billetes grandes para adquirir en el término las mejores tierras de pan labrar. !El ejemplo!, y como consecuencia obligada, el estímulo de los forzados hijos del trabajo, que en la opción de la chaqueta parda por la americana de corte inglés, van en busca de la última, con perfecto derecho, jugándose la vida. Y he aquí cómo sin fuertes sacudidas sísmicas Andalucía va trasladándose en su espíritu, costumbres y temperamento a esta región castellana, rica por su suelo y famosa por sus cereales.... Sólo falta, y todo se andará, que algún "catetillo" de espíritu flamenco se arranque por soleares y seguidillas gitanas, y otro del Triana de Borox se marque un zapateado por alegría, para que el fenómeno de la transformación de un pueblo quede perfectamente terminado y definido.
-Niña, ¿me deja usted que eche un sueño bajo el emparrao de sus pestañas?
-¿De dónde es usted?
-!De Borox!
-!"Grasia"! !Duerma usted como quiera y donde quiera, que no lo despertaré hasta la siega del tosino.
-!Niña!...
-!Flamenco!... !Borojeño!...
Hemos dicho que el segundo espada también era nuevo en el ruedo tetuaní; pero no es de Madrid, como los carteles pregonaban, sino de Moralzarzal, y no es lo mismo nacer en la capital de la República que en un pueblo de la misma. En el caso de Máximo Berrocal seguramente no conceden supremacía los naturales del rincón pueblerino a los madrileños, porque el torero de sus amores es un excelente matador de toros, de estílo puntero, y no es plato corriente en la grey toreril matar bien, es decir, consumar en todas sus partes la suerte de matar al volapié; muleta baja, dar el pecho, reunirse, jugar la mano izquierda, hundir el acero y salir limpio por los costillares. En los dos toros que ayer mandó al desolladero el diestro de Moralzarzal dió prueba de su facilidad matando, de su excelente estilo de ejecución, y esta limpieza en tan difícil momento es nuncio de grandes éxitos y aviso intenso de un valor de alta cotización en el mercado taurino. Y no es justo que dejáramos de decir que los dos enemigos de ayer tenían mucho aparato en la cabeza, particularmente el segundo, del que cortó la oreja. Ese corte, acompañado, como es natural, de vuelta al ruedo, gran ovación, zapatos de una castiza, gabardinas, de un metro de sastre y otras "fruselerías", en la consagración de un artista "que trae una cosa hecha de la mejor marca".
El borojeño Matías Martín está verdecito, y por esta falta de práctica no cuaja todo lo que inicia; pero hay clase con capote y muleta, estilo que relucirá más con toros que se arranquen fuerte. Con los difíciles mansurrones y quedados no puede dominar, porque desconoce las faenas adecuadas a estos bovinos pobres de temperamento y de sangre. Con el estoque no reveló nada plausible. Monta mal el arma y lleva en el viaje el brazo suelto. Ayer no estuvo pesado con el acero al herir, aunque se precipitó mucho al descabellar. No dejó mal sabor el flamenquillo de Borox toreando; pero debe seguir la ruta por los pueblos como ejercicios prácticos, de los que está necesitado. Y puede llegar.
Palmeño II, valiente, cerca, estirado y torero, sostuvo su buen cartel en ambos enemigos, que ya es bastante, en atención a lo que el público acostumbra exigir a un torero que lleva cuatro domingos consecutivos en el mismo ruedo, con grandes triunfos, sin haber saboreado la suerte de tener frente a él toros buenos. Su primero, a poco de asomar la cara, buscó las tablas como defensa. Lastimado de los riñones o flojo de patas, se caía, y hubo que hacer poco con tal animal. Una entera y un descabello. Al cuarto, que quería fugarse, lo aliñó con valentía sobre tablas, y allí, al hilo de las mismas, lo despenó de media alta. No se le aplaudió como merecía. Con el capote estuvo bien cuando pudo torear y escuchó oles y palmas.
Conste que el de Moralzarzal, Berrocal Montes, es un matador de toros.... si no se arrepiente. Por lo que ayer vimos lo es. Tonto sería si dejara el camino emprendido, aunque el mundo taurino está plagado de tontos.
!Y de locos!
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