Resúmen |
!Que culpa tuvieron los muchachos! ¿Pero es que si Atarfeño, o Neila, o Capilla poseyeran, por ahora-el futuro en arte taurino y en la vida en general es el misterio y lo imprevisto- el poder y el dominio de su oficio suficientes para triunfar ante toros de "bandera" se avendrían a torear en Madrid a fines de temporada, cobrando el que más seis mil reales fuertes? Muy bien nos pareció que el público captase en valor la calidad del elemento toro que el escrupuloso ganadero cordobés García Pedrajas enviase para la novillada de ayer, y singularmente aquel bravísimo quinto torete, negro bravo, codicioso, que llegó a la muleta en condiciones de que un gran torero se destacase como figura de su profesión; muy bien nos pareció que al ser arrastrada la res se le hiciese al ganadero una de las más estruendosas ovaciones que se han oído en la plaza de Madrid, y que el mayoral de la ganadería diese la vuelta al ruedo, a continuación de habérsele dado a los despojos del noble novillo. Todo esto nos pareció muy en su punto, por la sencilla razón de que era homenaje justo a la buena fe y al entusiasmo y al escrúpulo profesional de un ganadero cuya conducta contrasta con la de otros que envían a Madrid géneros impresentables. Pero rendido tal tributo, merecidísimo, al quinto toro-como se celebraron los cinco restantes-, ¿a qué venía aquel formidable escándalo contra un novillerito modesto, castigadísimo por los toros y cuya labor, en general, fué aceptada con aplauso hasta aquel momento?
Haga el buen aficionado, "in mente", un recuento de "figuras" a las que hubiese tenido que lapidar si tropiezan con el gran novillo de García Pedrajas. ¿No estamos acostumbrados al "truco", al no dejar pasar al toro, a cortarle el viaje, a hacerle malo al enemigo con el que no se puede? Nada de esto hizo Atarfeño ayer. Se limitó a cumplir. !Si hubiese podido hacer más, lo hubiera hecho! De todos modos, en los otros novillos quedó muy decorosamente con el capote, y con la muleta estuvo valenton y afortunado en su primero. Hasta que el asunto se torció para él, Atarfeño escuchó palmas y en algunos lances fué ovacionado. Con la espada estuvo discreto. Mató tres novillos por el percance de Neila.
El torero de Arganda, que dicho sea en su honor consiguió llenar casi por completo la plaza, estuvo muy valiente en el segundo, único que mató, y estuvo muy voluntarioso en las intervenciones de quites que realizó. Tropezó sin duda con el novillo más difícil y el de peor estilo. Tuvo que luchar con él a brazo partido. Se apretó en cuanto pudo. No huyó un sólo momento. Pinchó en hueso entrando poco menos que a "toma y daca". Pinchó otra vez. Dió una entera atracándose de enemigo, aunque cayó muy atravesado el estoque y sufrió un fuerte pitonazo en la mano izquierda, y descabelló al segundo intento. Al ingresar en la enfermería fué aplaudido. Ha conservado el "cartel" de su primera actuación.
Elíseo Capilla, de Valencia, nuevo en esta plaza, se arrimó de un modo inverosímil algunas veces. Derrochó valor con el capote. A su primero, que brindó al aficionado D. Juan Jiménez, le dió unos cuantos muletazos apretadísimos, por alto y de pecho. Dió un buen natural, y al engendrar el segundo recibió un tremendo palotazo en el pecho; pero eso no obstante, siguió rabioso y valentón, dió un molinete escalofriante y, en general, estuvo decidido y gracioso. Mató de media perpendicular, entrando guapamente, y oyó una gran ovación, dió la vuelta al ruedo y numerosos parroquianos pidieron para él la oreja de su enemigo. En el último, aunque estuvo decidido, no le acompañó la suerte. Al apretarse con la muleta fué volteado dramáticamente, y Atarfeño le hizo un quite de hermano, que se ovacionó muy justamente. Acabó con una estocada que cayó baja. Merece una repetición.
Lo mejor de la novillada, los novillos. De ellos, el quinto honra una divisa. Felicitamos al ganadero efusívamente.
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