×

Mensaje

Este sitio web utiliza 'cookies' para ofrecerle una mejor experiencia de navegación.

Ver documentos de la Directiva e-Privacy

Ha rechazado el uso de cookies. ¿Desea reconsiderar su decisión?

1932 - Madrid - La Libertad 30 septiembre - Por el maestro: Recorte

Atrás

AÑO

1932 - Madrid

Fecha

30 de Septiembre de 1932

Referencia

LA LIBERTAD - Por el maestro: RECORTE

Hechos

Corrida de novillos, celebrada en la Plaza de Toros de Madrid el día 29 de Septiembre de 1932. Diestros: Miguel Palomino, Silvino Rodríguez "Niño de la Estrella" y Luís Díaz "Madrileñito" Ganaderia: Sres. Ayala

Resúmen

Hubieron de lidiarse unos novillos de la ganadería de los señores Ayala, que, según nos informan, proceden de la cruza de una vacas de Veragua y un semental del señor de La Corte. Pero sea esto cierto o no, lo que sí es verdad es que los animalitos salieron muy bravitos, aunque casi todos flojos. Y sobre esto tuvimos que lamentar el duro castigo a que les sometieron los longinos de tanda. Hubo algún novillo, como el quinto, que fué verdaderamente de bandera, y por ello uno de los señores de Ayala fué requerido para salir al redondel a recibir una ovación de gratitud. Por aquí somos así. En cambio no requerimos la presencia de los ganaderos, ni éstos se dejan ver, cuando la cosa sale todo lo mal que sale generalmente.

Era el primer espada Miguel Palomino, que, al igual que sus compañeros, hizo todo lo posible por triunfar. A su primer enemigo-es un decir- le toreó ceñido y apretado en los primeros lances y en el quite subsiguiente, por lo que mereció sendas ovaciones. Luego, en su deseo de agradar a la concurrencia, tomó los garapullos y prendió con arte y conocimiento del menester, si que también con valor, un par de pares que le aplaudieron merecidamente. La faena de muleta no resultó todo lo lucida que fuera de desear porque el bicho llegó aplomado, merced al trabajo de los longinos de turno; pero el espada demostró tener condiciones de torero. Un espadazo contrario y un descabello al cuarto golpe valieron al chico unas palmas, no todo lo fuertes que debieron ser por aquello de tardar en atronar. En el cuarto, Palomino volvió a torear a la verónica con más estilo y valor que antes y a quitar de modo análogo, y las ovaciones de ahora fueron más entusiastas que las de antaño. Con los palos sólo prendió un par porque el animal se cayó y la presidencia varió el tercio. La faena de muleta tampoco resultó todo lo floreciente que quiso el muchacho por falta de gas en el astado; pero, en cambio, a la hora de la verdad, y tras un pinchazo bueno, el del Puente de Vallecas metió un volapié a toda ley que arrancó una ovación unánime y muy merecida, a la vez que varios centenares y hasta miles de pañuelos demandaron la oreja, que el usía acordó no conceder. Pero hubo vuenta al ruedo y la ovación se reprodujo. En substitución de Madrileñito, Palomino mató el último, cuya muerte brindó al ganadero. El animal desmereció de sus hermanos, y el torero estuvo discreto toreando. A la hora de matar se puso pesado, especianmente al descabellar; pero, en conjunto, estuvo bien, valiente y torero.

Buena tarde tuvo el Niño de la Estrella. Este muchacho, que ya en anteriores actuaciones nos había demostrado que tiene un valor sereno y que con el capote sabe torear, templar y mandar, ratificó ayer todo esto y hasta se superó a sí mismo. A la manera de torear a la verónica a su primero, a su intervención en algunos quites y al valor que puso en el quinto novillo -un bravo bocho de esos que suelen llevar el fracaso consigo-, no cabe ponerle reparos, porque el espigado jovenzuelo se ciño, templó y mandó como ordenan las reglas, y de igual manera las ovaciones que le hicieron fueron de las que suelen hacerse para corresponder a estas gallardías. Quiere decirse que el Niño de la Estrella toreó bien con el capote, muy bien, superiormente, como hay que torear en la actualidad para que pueda decirse que un torero ha toreado con el capote. Con la muleta estuvo en el segundo a la altura de las condiciones de un toro que llega al último tercio dispuesto a no arrancarse francamente por agotamiento, y en el quinto, atemperado a un bicho que tiene bravura hasta dejarlo de sobra. En aquél, arte, voluntad y valor. En éste, valor, mucho valor, voluntad y arte. Para matar al segundo empleó media estocada y un descabello a la tercera, y para deshacerse del quinto novillo, un pinchazo superior y un volapié a toda ley en el mismo hoyo de las agujas que mató sin puntilla. Una gran ovación, una oreja y una vuelta al ruedo fueron el premio debido a esta faena de valiente y a esta manera de matar, también de torero valiente. 

Un percance sufrido al hacer el quite que le correspondió en el cuarto novillo, que por fortuna no tuvo otras consecuencias que un puntazo leve, dejó a Madrileñito fuera de combate, y por ello no pudo matar nada más que el tercero. Pero bastó la lidia de este novillo y su intervención en los quites para que Madrileñito dijese una vez más ante la "cátedra" madrileña que va a pasos agigantados camino de la consagración. Para ello no se precisa sino que Luís Díaz continúe por el camino emprendido; que se mantenga en el puesto que ha logrado conquistar en cuatro tardes. Quietud, temple, ceñimiento y dominio toreando con el capote. Voluntad, valor y conocimiento, con la muleta. La faena que hizo al tercer novillo fué de torero que sabe lo que se trae entre manos. El terreno que pisó y la manera de pelear acusan un valor estimable y necesario para llegar en esa carrera arriesgada. Y sobre todo esto, a la hora de matar, una acometida franca, con ganas de ejecutar, ateniéndose a reglas señaladas para el volipié, que, en efecto, resultó como el artista se lo proponía. Hubo gran ovación, oreja y vuelta al ruedo en correspondencia al trabajo del muchacho, que ha sido verdaderamente estimable y barrunto de una buena carrera.

Fuente documental

Fotografía:  J. Laurent  Copia a la albúminaBiblioteca Nacional de España