* LAS CAPEAS *
Por: Sangre y Arena
Si hubiera medio de hacer caer dentro de las leyes del Código a los que, a sabiendas que cometen un delito atentan contra la vida de los pobres principiantes, quizá fueran a ocupar celdas desalquiladas en la cárcel algunos señores de los que organizan este bárbaro derivado de la gallarda y viril fiesta taurina. Pero aquí somos así.
Hay quien cría toros, que no son de casta ni mucho menos, y que en su crianza no precisan la escrupulosidad del verdadero toro de lidia, y con ellos abastecen durante dos o tres años las modestas novilladas de los pueblos, que no son otra cosa que las capeas. Y en ella torean unos pobres muchachos, con más deseos de experimentación que condiciones, a cambio de lo que la tacañería pueblerina les da, sacando muchas veces—casi todas—toda la ropa rota, cuando no una cornada.
Generalmente hay en las capeas uno o dos toros de muerte, y cuatro o seis a los que no se hace más que capearlos durante largo rato, y, en ocasiones, dos o tres veces; durante el día, con objeto de que la fiesta —antiestética e inhumana— dure lo más posible.
No hace mucho leímos en "La Voz" la crónica de un periodista que relataba la "hazaña" de un famoso toro cárdeno.
Era esa que, dicho cárdeno, había herido en una capea, si la memoria no me es infiel, nada menos que a diez y siete personas, algunas de ellas con heridas gravísimas.
¿Cómo, pues, no han de herir estos animales, si después que se refrescan y recobran las energías perdidas, van de pueblo en pueblo aprendiendo la "ciencia" que debían ignorar?
Resulta que persiste el vicio de origen; la base de la parte salvaje que tiene la fiesta taurina, y esa raíz es la que hay que extirpar para que no continúe creciendo el mal.
Una fiesta en la que se juegan la vida los hombres, y a la que el público va a divertirse viendo como el lidiador engaña a la fiera y vence con la inteligencia la brutalidad, no puede admitir que esos toros hayan aprendido a defenderse, porque en tal caso es la lucha de poder a poder, no quedando duda para nadie que el toro puede más.
Véase, pues, la forma de acabar con las capeas o estudiar el medio de que los organizadores sean responsables de que el ganado que en ellas se eche ofrezca las garantías de estar virgen.
Si esto se lograra, creemos habríamos alcanzado un triunfo.
Fuente Documental: Junta de Castilla y León - Biblioteca Digital Castilla y León. Este artículo se publicó en La Fiesta Brava (Semanario Taurino) Barcelona, 21 de octubre de 1926.