Temeridad de "Martincho" en la Plaza de Toros de Zaragoza (Aragón - España)
Quien era "EL MARTINCHO" de GOYA
Por: Don Indalecio - (D. Ramón Lacadena y Brualla)
Que un error esté muy extendido y enraizado, no ha de ser óbice para que, descubierto, se persista en el error. La equivocación de que voy a tratar es la que atribuye a Martín Barcáiztegui, de Oyarzun (Guipúzcoa), ciertas «locuras» y «temeridades» toreras llevadas al cobre de sus aguafuertes por don Francisco el de los toros. Los tratadistas goyescos más «avisados» y «perspicaces», aunque sin documentos a la vista, ampliaron la seguridad de su atribución gratuita, en consideración a la buena amistad que dicen tenía el sordo genial con el Martincho guipuzcoano.
Y en tal supuesto estábamos, cuando en el número 218 del desaparecido semanario barcelonés «La Fiesta Brava», del día 20 de febrero de 1931, Premín de Iruña, que no era otro que el erudito escritor navarro, por entonces diputado foral, don Ignacio Baleztena, publicó un artículo, fruto de sus pacientes investigacictoes, hallándonos de los Martinchos, de Exea de los Caballeros (Zaragoza), Martín y Antonio Ebassum, ofreciéndonos la duda de que el más joven, Antonio, que se contrató por primera vez para las corridas de San Fermín en 1747, fuera el mismo afamado para la historia del Arte en general, y con mayúscula, y para la historia del arte del toreo en particular, merced a los aguafuertes de Francisco de Goya. ¿Cuál documento encontrado encendía la duda, que ya para muchos no lo es? El siguiente: una carta, reproducida por Baleztena en dicho artículo, en la que Antonio Ebassum, Martincho también, porque Martín se llamaba el fundador de la dinastía, fuera su padre o su hermano, se ofrecía ya para la función de San Fermín de 1763, y decía así : «Señor ymiamo con motivo de yrse acercando ya la funzion de nuestro patrón San Fermín yallarme toabia con ánimos me a padecido esqribir estas líneas a Vm. a fin de que Vm. las presente a esa Noble y leal Ziudad para que si gustan esos señores, pasaré a la funzión de toros y toriare de acavallo pues estoi siempre ere que erre en que no puedo aliar quien me diferenzie en mis cosas ridiqulas del toreo yasi espero abiso ydesa forma pasare a rezibir nuebamente fabores de esos Señores y de Vm. por quienes ruego a Dios los guarde los años demideseo. Exea y Maio a 27 de 1763. B. L. M. de Vm. Yquien Berles de sea.—Antoni Ebassum.»
Y se preguntaba Premín de Iruña, después de reproducida la anterior carta, con la enrevesada ortografía que habéis visto: «¿ Será éste el auténtico Martincho de las locuras y temeridades en cuatro grabados de Goya ?»
Por si el artículo no había tenido la divulgación (precisa, al año siguiente me refería yo a él en mi libro «Los toreros aragoneses», donde figuran los nombres y escuetos datos de Martín y Antonio Ebassum, toreadores de «banda y estoque», como se denominaba a los jefes de cuadrilla, y en la biografía de Antonio encomiaba el descubrimiento de Baleztena, que desposeía de sus honores al otro Martincho, al de Oyarzun, en tanto compartía la duda con el investigador navarro.
Posteriormente, en 1943, José María de Cossío, en el tomo tercero de «Los toros», página 257 y siguiente, abiertamente —refiriéndose a las dudas de Baleztena y mías— se decide por el desahucio de Martín de Barcáiztegui como autor de las hazañas grabadas por don Francisco; pues era más lógico que esas cosas «ridiculas» que se adjudicaba el propio Antonio Ebassum se las viera realizar a él en la Plaza de Zaragoza y en la de Madrid. Desahucio en el que se afirmaba recientemente en el artículo aparecido en «ABC» del 29 de marzo último, dedicado a Goya en todas sus páginas de colaboración artística y literaria.
Y vuelvo a las mías, decidiéndome ya por la afirmativa, sin dudas. Esas «temeridades» y «locuras» - temeridades y locuras relativas, según fuera el ganado lidiado por Martincho, y en vista de las locuras» y «temeridades» que ahora se realizan en las charlotadas, indudablemente, fueron practicadas por el ejeano.
Como algo simbólico, para que el error atribuido a Martín Barcáiztegui, de Oyarzun, se borre y desvanezca, miro y admiro una instantánea con que me obsequia, el aficionado zaragozano don Francisco Artajona, obtenida por él en la corrida goyesca de San Sebastián del 22 de julio de 1928. El ruedo donostiarra ha sido coloreado con un tapiz que reproduce el retrato, según unos, de Martincho; según otros, autorretrato del propio Goya, vestido de torero, en recuerdo de su fracasado intento de serlo. Después de un desfile al «hilo de las tablas», alguacilillos, toreros de a pie y de a caballo y comparsería, atraviesan por el diámetro de la circunferencia, y pisotean y borran el retrato de un supuesto Martincho. Bajo el retrato de aserrín de colores, no apareció, como en tantas otras ocasiones en lienzos repintados, la verdadera obra de un pintor o la auténtica firma.
Y fue lástima. Porque debajo del retrato que todos entendíamos como del vasco Martín Barcáiztegui hubiera aparecido, reponiendo la verdad histórica, el de Antonio Ettassum, aragonés, de Ejea.
Lo hubiéramos patrocinado Ignacio Baleztena, José María de Cossío, yo... Y podían adherirse cuantos tuvieran gusto en refrendar el feliz hallazgo del primero.
DON INDALECIO
BCYL – EL RUEDO – Suplemento Taurino de MARCA – Madrid, 25 de abril de 1946