DIÁLOGO DEL TORO ANDALUZ Y EL SALMANTINO
Por: José María Pemán y Pemartín
El que venía de arriba, del Norte, de los llanos de Salamanca, era retinto, grandote, cornalón. El que venía de abajo, del Sur, no sé si de predios de Lebrija o de dehesas de Vejer, era negro, más recortado y nervioso y con la cuerna más pequeña y apretada. Se habrán desmandado o perdido, y bajando el uno y subiendo el otro, se topaban en campos de Zafra, en una ancha extensión de tréboles verdes y mojados.
Miró el andaluz al salmantino, con asombro, y le preguntó:
—¿ De dónde vienes, compañero ?... Yo he perdido mi cañada y no sé por dónde me ando.
— Yo vengo de los campos de Salamanca.
—Pero ¿hay toros por tan altas tierras?
Yo creí que Salamanca sólo daba doctores.
—Pues da también toros...., aunque un poco doctores. Sabemos más que ustedes los andaluces; nos defendemos con otras mañas y picardías. Por compañeros que han coincidido de sobreros con paisanos tuyos en alguna corrida y luego han vuelto a la dehesa, sé que ustedes son más sencillotes y sin malicia. Por lo demás, no te extrañe que den buenos toros tierras tan altas. También los dan Peralta y Tudela, en Navarra.
— Serán grandes.
—No creas; son pequeños y poco medrados. Sobrados de remos, por la continua gimnasia del terreno enriscado; pero faltos de sol….. Y tú, ¿dejas por detrás de ti muchos toros?
—Muchos. Los llanos de Lebrija, las islas de Guadalquivir, Sanlúcar la Mayor, las dehesas del Guadalete y Vejer de la Frontera son provincias nobilísimias en la geografía totémica de España.
—Perdona... ¿Qué es eso de la geografía totémica?
Aunque soy doctor por Salamanca, no sé lo que es.
— Ni yo tampoco. Pero lo he leído en varios libros de Filosofía. Porque ahora los filósofos escriben mucho de toros. De unos años a esta parte hemos adquirido mucha importancia, y estamos cargados, compañero, de mil significados profundos, mágicos y casi religiosos, que nosotros desconocíamos.
—Por lo menos, es cierto que estamos adheridos a la más ilustre geografía de España. Los ríos que riegan nuestras dehesas: son los ríos de la leyenda y del romancero. Bebemos en el Guadalquivir, en el Guadiana, en el Guadalete o en el Pisuerga….. No está mal. Son ríos cuyo riego produce versos y toros.
— A ti se te ve en las astas que bebes agua de romance y cantar de gesta. Parece que llevas en la frente las lanzas de Alvar Fáñez y del Cid.
— Tú, en cambio, andaluz, recortadito y zarandeado, parece que llevas en la cabeza la lira del divino Herrera.
— Lo que quieras, pero toda esta diferenciación, propicia a tan bellas generaciones y metáforas, se acaba, se acaba... Nos cruzan y recruzan, sin consideraciones genealógicas. Casan al hidalgo de Zafra y Jerez de los Caballeros con una señorita de Lebrija; a la gran señora de Sanlúcar la Mayor la casan con un cortijero de Salamanca, y al infanzón castellano, astado de lanzas épicas, con una vaca burguesa de Vejer, cuernicorta, como si anduviera en papillotes.
—Tienes razón. Además, nos alimentan con grano; con el grano promiscuo y democrático, igualitario de vitaminas.
— Así marchamos hacia una unificación uniformada. Fíjate nuestro pelaje. Tu negro y mi retinto son ya la librea, el uniforme del toro nuevo, científico y nacional. ¿Dónde están ya aquellos "barrosos", aquellos "salineros" aquellos "jaboneros"? Hasta los "berrendos" tienden a desaparecer.
— Y lo mismo aquellos pelajes característicos de cada ganadería, vistosos como trajes regionales. ¿Te acuerdas cuando los miuras todos eran negros o clorados, ojos de perdiz, y los veraguas, jaboneros, y los bañuelos, retintos, y los Vicente Martínez, berrendos y ensabanados, y los saltillos, negros, y los Pablo Romero, cárdenos y negros lombardos? Yo apenas alcancé nada de esto; pero se lo oía contar a mi padre, que era isleño del Guadalquivir y lo casaron a la fuerza con una vaca de Trujillo: cosa que le hirió tan profundamente que en cuanto le llegó su hora se cuadró por su voluntad ante el estoque de Rafael el Gallo, con el estoicismo de un héroe que da él mismo la orden de "fuego" al pelotón de su fusilamiento.
—Me enterneces. Es la época. Es la unidad nacional.
— Sin embargo, las grandes gestas de España— la Reconquista y la Independencia— las hicieron, con un sentido castizo y localista, las tribus, agarradas a sus paisajes..... Nos uniformamos en estampa y pelaje un poco a costa de la bravura nativa.
— Di mejor que nos civilizamos. Valemos más.
—Eso sí: sobre todo en pesetas….. También "valen" más los toreros, que con un preciosismo académico nos torearán con los pies juntos.
—Probablemente, todo eso es progreso.....
—Tienes razón…... Ya casi no somos ni andaluces ni salmantinos. Somos el "toro español", nada más. El tótem.
— Sí, ya casi podemos trocar nuestros caminos por la ancha tierra de España.
Y contra el crepúsculo, que ya casi caía sobre la sábana de tréboles húmedos, se perdía hacia el Norte la lira del divino Herrera y hacia el Sur las lanzas parejas de Alvar Fáñez y del Cid.
Fuente Documental: Junta de Castilla y León - Biblioteca Digital de Castilla y León. Artículo publicado en El Ruedo (Suplemento taurino de Marca) Madrid, 02 de mayo de 1944.