LA TAUROMAQUIA EN MEXICO - II -
Durante el gobierno del virrey-arzobispo fray García Guerra, dominico, hubo en Méjico singular movimiento de toros. Dispuso que las fiestas para la toma de posesión del cargo fueran tan fastuosas como las anteriores en iguales casos y, sobre todo, que no faltaran las corridas. Habiendo recibido la cédula del nombramiento en viernes, ordenó que se corrieran toros en la Plaza del Palacio todos los viernes de aquel año.
Para recibir a un nuevo virrey, el marqués de Cerralvo, la ciudad de Méjico organizó en 1625 grandes demostraciones públicas, tales como juegos de cañas, escaramuzas, toros... Corriéndose estos durante cuatro días en la plaza Mayor, previniendo el obligado ciento cincuenta toros.
Ya se habían hecho todos los preparativos en la plaza Mayor para las fiestas dedicadas a San Hipólito, al que todos los años se festejaba; y a la llegada del arzobispo don Francisco Manzo Zúñiga, consejero de Indias, cuando se recibió la triste noticia de que la escuadra holandesa se dirigía a Veracruz y que la española entraría en combate. Todos se aprestaron para defender el reino con las armas. Por aquellos días (1629), además, la ciudad sufrió una de las mayores inundaciones que registra la historia.
Por ser don Diego López Pacheco y Bobadilla, marqués de Villena y duque de Escalona, el primer virrey de Méjico, grande de España de primera clase, la ciudad echo la casa por la ventana para recibirle bajo palio, costándole la bonita suma entonces de 40.0O0 pesos. Era el año 1640. En cuanto a toros, fueron corridos en la plaza Mayor y enmaromados por las calles.
En 1633, a imitación de las Universidades españolas, la de Méjico determinó celebrar perpetuamente la festividad de la Purísima Concepción con funciones religiosas, y profanas. A tal efecto, hubo corridas en el mes de enero del citado año. Se verificaron en la plazuela de las Escuelas (después mercado del Volador) los días 20 y 22. Asistiendo el virrey, los Tribunales y la Universidad.
El mismo año, el Ayuntamiento organizó una serie de corridas en honor de un nuevo virrey, el duque de Alburquerque. Celebráronse en diciembre los días 22, 23 y 25, Navidad. Dado que subsistía la prohibición de correr toros en domingo y fiestas de guardar, hubo su natural sorpresa por haber permitido el nuevo virrey la celebración.
Por el nacimiento en 1659 de un nuevo infante de España hubo en la ciudad de Méjico diez corridas: cinco en la plaza Mayor y otras cinco en la plazuela del Volador.
También se corrían toros a menudo por los estados. En Tacuba se organizaron corridas reales en 1877, con asistencia del virrey y de la Audiencia. Igualmente, en Querétaro, y por haber sido abierto al culto el santuario de Guadalupe en 1680, jugáronse toros. Refiriéndose a las de Querétaro, dice el señor Rangel en su hermosísimo libro que «había cuadrillas de toreros que ejecutaban las suertes de lidia con perfección y maestría. Indudablemente que en estas cuadrillas figurarían algunos diestros españoles, pues más adelante se verá el número crecido de toreros iberos que vinieron a ejercer su profesión en nuestro país» El santuario de Querétaro, así como las fiestas religiosas y las corridas, se debían al filántropo queretano don Juan Caballero y Osío. Para las dos corridas «fabricóse el circo en la plaza de San Francisco... En una y otra admiró la curiosidad el que los toros que se lidiaron fueron tan iguales en el color y las pintas que no se diferenciaban en lo más mínimo los unos de los otros. Fue ésta una circunstancia que se arrebató los aplausos y que pudo conseguir don Juan Caballero en la multitud de ganado que poseía en sus haciendas. Los toreadores desempeñaron su oficio con toda perfección y magisterio. Este mismo Caballero, que en todo se manifestó generoso, quiso en esta ocasión dar una nueva prueba de su generosidad y magnificencia, mandando que ninguno de los toros quedase en aquellas tardes con vida y que todos se repartiesen en los conventos religiosos, en el hospital, en la cárcel, entre los pobres, y que algunos de ellos quedasen en las calles para que, como bienes mostrencos, fuesen del primero, que les echase mano... ».
Debo aclarar que no siempre se mataban los toros en las corridas, pues en determinadas ocasiones (especialmente en la ciudad de Méjico) los toros quedaban vivos, a cuyo efecto se prevenían dos puertas: una servía de toril y otra para que los animales volvieran a sus haciendas.
Carlos II - Rey de España
Organizados por el Ayuntamiento de la ciudad de Méjico, comenzaron en mayo de 1691 una serie de regocijos, consistentes en mascaradas y corridas, con que se festejaron las bodas de Carlos II. Hubo cuatro corridas en días sucesivos. En la primera, del día 28 del citado mes, torearon don Juan de Velasco, don Francisco Goñe de Peralta y conde de Santiago, luciéndose todos ellos muchísimo en los catorce astados. Este conde de Santiago era un consecuente toreador, pues el lunes 11 de noviembre de 1675 salió a la Plaza acompañado de doce lacayos para lidiar después tres toros, que se corrían aquel día por el cumpleaños de Su Majestad.
El 3 de julio de 1697, por mandato del virrey, y con objeto da divertir a su hijo, hubo una corrida en el parque de Palacio. De los cuatro toros matados, dos regalaron a los operarios del parque y los otros dos fueron llevados al Rastro para venderlos.
Con las corridas extraordinarias efectuadas para celebrar la canonización de San Juan de Dios en la plaza de San Diego acabaron las corridas en Méjico en el siglo XVII. El lunes 15 de noviembre de 1700 dio comienzo le temporada con dos toros corridos por la mañana y diez por la tarde. Concurrieron el virrey, la Audiencia, el: arzobispo, los Cabildos y la nobleza. Hubo también toros por mañana y tarde el siguiente día, y el 17 registran las crónicas una particularidad: una mujer mulata toreó a caballo como los hombres, sin hacer suerte que fuera digna de notarse. Los días 22 y 23 se corrieron por mañana y tarde. En una de estas corridas fue muerto un «negro torero». Concluyó la temporada de 1700 con las corridas de 13, 14 y 15 de diciembre.
Al morir Carlos II, el arzobispo Ortega y Montáñez ocupa el cargo de virrey de Nueva España y se monta el coso en la plazuela de San Diego, comenzando las corridas el 13 de diciembre de 1701, con su asistencia. No fue muy lucido el festejo por la mansedumbre del ganado. Sin embargo, la corrida de la tarde siguiente resultó muy animada gracias a la acometividad de los toros y al arrojo de los toreros de a pie y de a caballo. Se cerró esta temporada con otra corrida el día 15. pero como los tablajeros que habían montada la plaza tuvieron pérdidas en estas corridas, concedióles el virrey otras para los días 23, 24 y 25 de enero del siguiente año 1702. En noviembre y diciembre se corrieron toros en honor del nuevo virrey, duque de Alburquerque.
Felipe V - Rey de España
Por un Real Despacho, Felipe V mandó se hicieran grandes fiestas con motivo del nacimiento de su hijo, el príncipe Felipe Pedro Gabriel. Leído en Cabildo de 18 de diciembre de 1712, se dispuso fueran muy suntuosas y que las corridas se verificasen en la plazuela del Volador, pues era éste el lugar más adecuado por su cercanía a Palacio. En estas-corridas fueron introducidas por vez primera (y durante sus intermedios) peleas de gallos, que tanto gustan a los mejicanos. El autor de la relación se detiene en la primera corrida y sobre la lidia expresa: «No bien había hollado la caliente arena el animado bruto, cuando valiente Cuadrilla de rejoneros y ligera tropa de Toreadores de capa, acordonándole el sitio, le habían embarazado los pasos; provocándole con señas y silbidos que atendía furioso... y rompiendo impetuoso, acometió denodado al primero que le esperó atrevido...; murió por último, más que a punta del acero, al precipitado arrojo de su cólera.... »
En recuerdo, admiración y respeto a Don Francisco López Izquierdo -ver -