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El Toro en la plaza

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Desde el mismo momento en que los toros salen al ruedo hasta que mueren, pueden presentar diferentes estados y condiciones. Del conocimiento de los mismos, depende la clase de lidia que haya que dárseles.

Los estados de referencia son los de levantado, parado y aplomado.

Se denomina levantado el toro cuando al salir del toril corre sin fijeza de un lado a otro del redondel, con la cabeza alta, cerniéndola, sin mostrar tendencias determinadas, y que si coge no se ensaña con el bulto y prosigue su viaje buscando espacio en que correr.

Parado se dice cuando pasado el atolondramiento indicado, fija su atención en los objetos, acude a los llamamientos de los lidiadores, rematando en los objetos que se le presentan.

Aplomado es el estado que toma el toro cuando ha perdido parte de su poder y facultades, moviéndose con lentitud y acude a los cites cuando se le hacen desde muy cerca, costando trabajo el separarles de las querencias, a las que vuelven al final de cada suerte.

Se dice querencia al sitio de la plaza en que gusta estar el toro con preferencia a otro y al que vuelve por general después de cada suerte.

Las querencias son naturales y accidentales.

Se llaman naturales las puertas de salida de toriles o la que le diera acceso a la plaza, si en ella fue desencajonado, y accidentales las que toman durante la lidia; por ejemplo, cerca de las tablas; en las puertas de arrastre y en la de caballos o donde se conserve más la humedad.

Que todos los toros tienen condiciones e instintos diferentes es sabido de todos, como lo es también que con arreglo a ellas, hay que lidiarlos y, que de no hacerlo así, es peligrosa la ejecución de las suertes.

Estas condiciones son las de ser toros:

Abantos, boyantes, nobles o claros, revoltosos, que se ciñen, de sentido, burriciegos, inciertos, huidos y blandos. 

Se llaman abantos a los que al ver acercarse un torero se extrañan y huyen, aunque volviéndose en seguida; a los que antes de entrar en jurisdicción se salen por cualquier terreno; a los que en el centro de la suerte, quedan cerniéndose en el engaño hasta tomarle o escupirse, y a los que corren de un lado para otro de la plaza sin fijarse en los objetos.

Boyantes, nobles o claros se dice a los toros que durante la lidia conservan la nobleza que es característica de la raza, entran en las suertes por su terreno, siguen el engaño con sencillez, rematan las suertes sin peligro para el torero y no vuelven la cara ante el castigo.

Es revoltoso aquel que, con las condiciones de los boyantes, es más codicioso por el engaño y se revuelve con más rapidez, sosteniéndose sobre las manos en los lances, y siguiendo con la vista el engaño que huye ante su cara, sobre el que suele arrancar de nuevo.

Se dice a los toros que se ciñen o ganan el terreno a los que, tomando bien el engaño, se acercan mucho al cuerpo del torero, pisándole el terreno.

De sentido es el toro que distingue el engaño del bulto y que, sin hacer caso de aquél, procura rematar en éste. Con toros de esta índole, el lidiador debe tener mucha práctica, conocimiento de sus condiciones y arte para llevarle al engaño y burlar su intención, valiéndose de recursos que cambien su condición y que se improvisan en el momento.

Toro burriciego es el que tiene algún defecto en la vista, y éste puede ser el ver mucho de cerca y poco de lejos, o el de ver mucho de lejos y poco de cerca; otros que no ven bien ni de cerca ni de lejos, y otros, finalmente, que ven bien de un ojo y mal de otro, y que, por lo tanto, pierden de vista el objeto en cuanto se pasa de uno al otro lado.

Se llaman inciertos a los toros que, atendiendo a todos los bultos que se mueven a su alrededor, al arrancar no persiguen a uno, sino que quisieran hacerlo a todos, y parten con indecisión.

Huido o Cobarde es el toro que rehúye la pelea y toma viaje contrario al punto que se cita, y que si acomete obligado, en cuanto ve ocasión busca que le dejen paso franco.

Se llaman blandos a los que se duelen al castigo, y en cuanto lo sienten, tanto en varas como en banderillas, tuercen el cuello y buscan la salida coceando o de otros modos feos.

 

 

Fuente: BDCYL – Biblioteca “Sol y Sombra” – Vademécum Taurino – Madrid, 1909.